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Palabra clásica dentro del feudalismo ; sin embargo, en Aragón los cronistas la utilizan para hablar de la «infeudación del reino». En noviembre de 1204 el rey Pedro II de Aragón fue ungido en Roma y seguidamente coronado por el papa Inocencio III, quien le entregó las insignias reales del «manto, colobio, cetro, globo y mitra»; a cambio, el rey aragonés prometió que siempre sería fiel y obediente a la Santa Sede y que conservaría el reino en obediencia papal, defendería la fe católica y perseguiría la herejía, y que guardaría en sus reinos la libertad e inmunidad eclesiásticas. Y además se declaró censatario de la Santa Sede, obligado a pagar anualmente doscientas cincuenta mazmudinas. Con este motivo concedió el papa que los reyes de Aragón, en lo sucesivo, fuesen coronados reyes en Zaragoza por el arzobispo de Tarragona, siguiendo la misma norma con las reinas.
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