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(Hist. Igl.) Orden religiosa fundada por Francisco de Asís, hijo de un mercader de esta ciudad italiana. Los autores eclesiásticos del tiempo, al comentar el asunto relativo a los frailes menores (o franciscanos) comentan la novitas del movimiento iniciado por Francisco. El sentimiento profundo de la presencia amorosa de Dios en el hombre, en la vida, hace que Francisco contemple la realidad en su verdad desnuda, sirviéndola con todo amor y respeto. La fraternidad creció bien pronto, y en el capítulo general de 1217, aún sin aprobar la regla definitiva, se establecieron las once provincias que fueron la base y el fundamento de las siguientes. En Italia hubo seis; fuera de Italia, hubo cuatro en Europa: Alemania, Francia, Provenza y España, y una en Oriente, la de Palestina. En 1219 se añadió la de Aquitania; en 1224 la de Inglaterra. El 29-XI-1223, Honorio III, con la bula Solet annuere, aprobó la regla de los menores. Murió Francisco la tarde del 3-X-1226.
No están muy claros los orígenes de la orden en España; que llegaron los frailes en los primeros momentos es un hecho cierto. Pero ¿dónde estaba su primer radio de acción? ¿Quién fue su primer provincial? Zaragoza tuvo que ser uno de los centros privilegiados de esta primera irradiación: aquí se hospedaron durante un tiempo los protomártires de la orden (muertos en Marruecos el 16-I-1220); de Zaragoza, en donde había sido provincial, volvió a Sajonia el futuro misionero de los mongoles, fray Juan de Piancarpino; de Zaragoza, en donde residía, partió fray Juan Parenti, provincial de España, al capítulo general de Asís, en 1227, en el que fue elegido ministro general de toda la orden. En el capítulo general de 1230, la primitiva provincia franciscana de España quedó dividida en tres provincias: Santiago, Castilla y Aragón. En 1282 el antiguo reino de Aragón contaba ya con 38 conventos y cinco custodias -agrupaciones conventuales erigidas en una comarca- que posteriormente dieron paso a la fundación de otras tantas provincias: Aragón, Levante, Baleares y Cataluña, quedando siempre como mera custodia la Serranía de Albarracín.
Como en el resto de la orden, los franciscanos aragoneses supieron imprimir un sello netamente evangélico a la vida secular: defendiendo los gremios y su unidad, frente al poder avasallador de los señores; pacificando muchas veces ciertas algaradas que hubieran desembocado en guerras civiles; creando asilos, hospitales e incluso Cajas de Ahorro, dejándolos bajo la piadosa dirección de la Orden Tercera... En Aragón los franciscanos afincaron bien pronto por toda su geografía: Zaragoza, Tarazona, Calatayud, Huesca, Jaca, Barbastro, Teruel, Daroca, Borja, Cariñena, Ariza, Alcañiz, Híjar, Ejea, Maella, Monzón... Fue desgraciadamente una de las provincias más afectadas por la esterilizante lucha interna en torno a la pobreza. Quizá por eso, en las provincias de Aragón, Cataluña y Baleares, no se permitió la entrada de la reforma alcantarina, ocupando esta reforma solamente el convento de Alcorisa, Teruel.
Después de la exclaustración , los franciscanos tardaron en volver, siendo Teruel la primera ciudad aragonesa que los recibió; en 1922 llegaban a Caspe; en 1929 volvieron a Zaragoza y, en 1969 fundaban en Burbáguena
, provincia de Teruel.
• Bibliog.: Holzappel, P. H.: Manuale Ordinis Minorum. Iriarte, L.: Historia Franciscana.
Descubre los pasos de la expansión aragonesa por todo el Mediterráneo.
Unas comunidades que ejercían un control espiritual, cultural y económico en el Aragón medieval.
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