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Artesanos dedicados a cubrir con oro una superficie. En Arte, denominábanse así los que doraban y policromaban esculturas, relieves, mazonerías de retablos, artesonados, etc., fundamentalmente en madera. La operación previa al dorado era el aparejo, sobre el que los doradores aplicaban panes de oro (finísimas láminas obtenidas de las monedas por los batidores de oro). Actividad cara, se colocaba el oro sólo en las partes visibles del retablo y de las esculturas.
Ignoramos el origen del término en Aragón, si bien deba situarse en el siglo XV, cuando comienza a proliferar esta técnica en retablos y tallas (retablo de Santiago en la catedral de Tarazona , Z., 1694), prolongándose su uso en el renacimiento (retablo mayor de la parroquial de Longares
, Z., dorado y estofado en 1581) y, sobre todo, en el barroco, período en que se ponen de moda ingentes «máquinas doradas» (ss. XVII y XVIII) y vistosas esculturas policromadas y estofadas con delicada labor hecha mediante grabado o a punta de pincel (especialmente en el s. XVII); es capital a la hora de valorar nuestra escultura, y en nada, creemos, desmerecedora con respecto otras escuelas de la península (retablo mayor de la iglesia de San Lorenzo en Huesca
, dorado en 1676, y el de San Carlos Borromeo de Zaragoza
, h. 1730, uno de los conjuntos barrocos más significativos en España, con su bruñidas doraduras en capillas, retablos, arcas y tribunas).
Alternando con la escultura policromada, es relativamente frecuente hallar en Aragón, en los siglos XVII y XVIII, un tipo de imagen monocroma, absolutamente dorada (sin carnaciones), que se puso de moda en los remates de rejas de coro (La Seo de Zaragoza, dorada por Francisco Sánchez, en 1722), baldaquinos
(el primero es el de Santiago de La Seo de Zaragoza, 1696-1700) y, en menor cantidad, en los retablos (capilla de los Lastanosa
, en la catedral de Huesca, mediados del XVII).
A finales del siglo XVIII la actividad de los doradores languideció, debido al nuevo gusto, reflejado en las disposiciones del rey Carlos III, quien, en 1777, prohibió dorar los retablos, y en 1782 dio libertad a los escultores para que dorasen sus obras. En realidad, durante este siglo, el término dorador no implicaba el que se utilizase el preciado metal, sino tan sólo el que se pintasen las imágenes con colores en tonos planos, a veces con motivos decorativos de gusto rococó (retablo mayor en la parroquial de Muel , Z., policromado por Juan Luzán, en 1763).
En Zaragoza capital, durante el barroco, los doradores tuvieron el Gremio y Cofradía de San Lucas en el convento de San Francisco; a este gremio no pertenecieron los pintores, por considerarse ambos oficios diferentes, si bien algunos pintores ejercieron ambas facultades, previo examen (p. ej., Francisco Plano ).
• Doradores aragoneses en los ss. XVII y XVIII: Joaquín Artigas, Carlos Calafell, los Cassado, los Cidraque, Jaime Corbera, los Garcés, José Goya, Diego Gutiérrez, Mateo Herrera, Gil Jiménez Lotor, Miguel Julbe, Agustín Leonardo, Juan Lissón, Martín Malo, Juan y Pedro Luzán, Domingo Marqués, Nicasio Nizeta, José Orbaizeta, Juan de Orcoyen, los Ortiz de Baraiz, Baltasar Ponzano, José Royo, los San Juan, Agustín y Francisco Pérez, Miguel Pecherman, los Plano, Francisco Sanz, Jaime y Francisco Sánchez, Manuel Yarza, Francisco Zeballos, Bernardo Zidraque y Juan Zábalo .
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Inscrita en el Registro Mercantil de Zaragoza, en inscripción 1ª, Tomo 2563,
Seccion 8, Hoja Z-27296, Folio 130. CIF: B-50849983