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Hablar de «casa » en Aragón es atender, junto a la construcción de la estructura de la vivienda, a su distribución, mobiliario y ocupación y actividades en ella, a lo que jurídicamente se incluye en el concepto, haberes y tierras, personas, semovientes y cuanto constituye el patrimonio, con peculiaridades según las zonas climáticas e históricas. Importa mucho la forma de ocupación del terreno y las raíces históricas de los poblados, con formas definidas desde la Edad del Bronce
y, sobre todo, en las plantas de asentamiento y casas de la I y la II Edades del Hierro
y de las ciudades romanas
. También la presencia o ausencia de edificios aislados, en el campo, al servicio de labradores y pastores, bien casetas o bordas
para los lugares muy alejados de los núcleos urbanos o en zonas donde el clima exige el disponer de refugios para defenderse de las inclemencias del clima; parideras para el ganado, especialmente para los grandes rebaños de ovino y cabrío y, con particularidades dignas de señalar, la organización de los antiguos senderos o caminos de la trashumancia
, cabañeras en muchos sitios o «caminos viejos» no pocas veces, no siempre recogidos por el conocido mapa de Coelho. En relación con los poblados agrícolas de las zonas cerealistas deben tenerse en cuenta las eras con sus pajares en las afueras de las zonas habitadas.
No es fácil establecer el concepto de arquitectura o casa popular, que con frecuencia dependerá de las posibilidades económicas del constructor, aunque siempre los edificios señoriales civiles e incluso algunos militares servirán de modelo para las casas de los menos pudientes. Estas posibilidades influirán también en los materiales, cuyo precio puede ser definitivo a la hora de su utilización; así, la piedra, abundante en la zona pirenaica, es escasa, de mala calidad y por lo tanto cara al deber ser importada en el Aragón central, volviendo a ser de fácil obtención en algunas sierras turolenses. En cambio será de excelente calidad, donde no hay piedra, el ladrillo cocido, así como el adobe (de nombre egipcio y tradición romana) y el «tapial» entre tableros, atribuido a los constructores musulmanes, pero de origen romano. Las galerías de arquillo de medio punto que rematan los edificios de tres alturas de las casas señoriales de los siglos XVI y XVII las hallaremos en casas de la burguesía y aun de labradores y en no pocas iglesias, como una solución que eleve la escasa altitud de algunas y la monotonía de los grandes muros de ladrillo con escasos vanos.
La disposición de los pueblos aragoneses de tradición medieval, con caserío apiñado en forma piramidal, iglesia en la parte alta, plaza con la parroquia y la casa ayuntamiento, calle mayor y adaptación al terreno, lo que equivale a decir sujeción a las necesidades históricas, estratégicas, de vigilancia de comunicaciones, etcétera, produce resultados tan aparentemente distintos como Sos del Rey Católico, Alcañiz o Daroca, por poner solamente tres ejemplos. Los núcleos primitivos recibirán arrabales o incluso calles principales como «la Franquería» de Daroca, hoy calle Mayor, resultante del establecimiento de señores que recibieron lotes para construir a la espera de que la Reconquista continuase hacia las tierras del sur. El terreno forzó a Albarracín a encajarse en la curva del Guadalaviar, al pie de altos cerros, y tanto Albarracín como Daroca tendieron las murallas no para protección directa del caserío, sino de un amplio territorio. En el Pirineo encontraremos el mejor ejemplo del arcaismo que repite modelos tradicionales cuando el estilo y modo de construir ya han pasado de moda; así, Echo o Siresa reconstruyeron sus casas después de las destrucciones napoleónicas con la misma sobriedad del poblado gótico anterior.
El aislamiento de los pueblos, relativamente grandes y, durante mucho tiempo, con pretensiones de solución de la mayor parte de los problemas económicos, la pobreza de las tierras y la necesidad de no disgregar a través de las herencias el patrimonio familiar, obliga a que las casas atiendan no sólo a la mera habitación, sino al concepto global económico, social y jurídico de la familia. El edificio es inseparable de las tierras y la hacienda, de las personas y de su trabajo, de los animales de labor y de las provisiones procedentes del corral y de la «zolleta», de suerte que la cuadra será más cuidada, en cuanto a su emplazamiento, que los dormitorios de las personas. Masaderas casi siempre y rara vez hornos que serán comunales, bodegas en la mayor parte de las casas de la zona seca y desde luego en los Monegros, falsas o graneros para orear y secar productos y para almacenar grano o utensilios, serán piezas obligadas. La alimentación exigirá el corral con gallinas, conejos, palomar, zolleta para el tocino, almacenamiento de las talegas de trigo para la harina, el secar sobre cañizos determinados productos agrícolas, colgar verduras o frutas de estación para conservarlas, y despensas de grandes dimensiones donde se pueden guardar alimentos para mucho tiempo; jamones o cecina y orzas con adobo pueden completar las previsiones que la «casa» en Aragón hará de forma sistemática para una larga temporada.
Instituciones como el «donado » que se entrega con persona y bienes a la «casa», y la del «primogénito» con exclusión de los segundones, influyen en la disposición de las viviendas, que han de tener en cuenta la convivencia de los «amos» con los «jóvenes» y, en determinadas circunstancias, con jornaleros o servidores. El fuerte sentido económico que se otorga a las bodas, con largas y complicadas capitulaciones y vistas, ajustes económicos cicateros y dependencia absoluta respecto de los intereses de la «casa», la ordenación social de ésta en relación con los trabajos agrícolas —cuadra, corral, con el carro y los aperos, especialmente el arado y la «jada»— y el importante papel del ganado (pastores profesionales, «dula», pequeños rebaños que apacientan los niños) influyen en la distribución de las viviendas de dos plantas por lo menos y con frecuencia de tres y bodega subterránea.
Por otra parte, la vivienda se construirá y emplazará en función del clima y de las exigencias de todo orden del pueblo a que pertenezca, materiales de construcción de la comarca, género de vida de sus habitantes y, desde luego, de sus posibilidades económicas. También serán fundamentales las razones históricas, las fundaciones «ex novo», la ocupación de núcleos habitados por musulmanes y judíos y su adaptación a los repobladores, el abandono de pueblos («pardinas») y la ampliación de otros con aparición de nuevos barrios o relegamiento a morerías y juderías
de los anteriores habitantes. Por razones exclusivamente históricas aparecerán los «castillos» de Huesca, grandes viviendas aisladas y con defensa propia, distintos de los roqueros, militares o señoriales; como una derivación de las «villae rusticae» del Bajo Imperio romano, esas construcciones o las «masadas» con todas las dependencias necesarias agrícola-pastoriles; de origen morisco inmediato y romano remoto, las «torres» del valle del Ebro y las cuevas de habitación en muchos lugares de la zona seca.
Independientemente de las diferencias por zonas históricas, climáticas y económicas, la casa aragonesa, con diferentes muestras de ostentación o riqueza, se configurará según un esquema de «patio» o zaguán, centro de la vida de relación, vinculado con el «atrio romano» por la función que no por la arquitectura; cocina, en donde se guisa, se come, se conversa alrededor del hogar y el «catibo» y se recibe a los familiares e íntimos; el «comedor de respeto» que sólo se usa en ocasiones solemnes o festivas o para recepción de ausentes; la «sala» con las mismas funciones de solemnidad y cerrada la mayor parte del tiempo; dormitorios con escasas o ninguna comodidad y mobiliario y menosprecio para los servicios higiénicos, relegados al corral o a instalaciones elementales sobre pozos sépticos. Forzosamente la bodega estará en un sótano o en la planta baja y en ésta, con el acceso desde la calle por el patio, la cocina, la cuadra y el corral e instalaciones como la masadero, la despensa y cuartos para alivio de los trabajos diarios. El comedor, la sala y los dormitorios en la planta superior, siempre con balcón abriéndose a la sala.
Los materiales de construcción serán el sillarejo pequeño, la piedra de cantería, el ladrillo, con frecuencia a cara vista, pero tambien «jarrado» o enfoscado o simplemente enjalbegado («blanqueado»), el adobe y la superficie del tapial determinarán los exteriores y los vanos, que estarán en función del clima y del material de construcción. La fabricación del ladrillo y del adobe amén de la teja, provocarán abundantes alfarerías o «tejerías», sobre todo en las zonas de excelentes arcillas de los fondos cuaternarios de los ríos del Aragón central. La piedra servirá para adornar y alegrar con cercos, zócalos y alféizares o esquinas, ventanas, bajos de paramentos y otros lugares de los muros de ladrillo y más raramente de adobe. Guardacantones en las esquinas protegerán a éstas del roce de las ruedas de los carros.
Todo cuanto hemos dicho permitirá el juego, en la misma localidad y, por lo tanto, sólo por razones económicas o sociales, de la casa solariega, de labrador acomodado y de los menos afortunados, con esquemas sensiblemente distintos.
Por otra parte, el Aragón morisco, vigente aún en el siglo XVII y con ejemplos tan espectaculares como Muel, ofrecerá caseríos con calles estrechas y tortuosas, y los de raíz medieval y establecimiento señorial configuraciones piramidales con el eje en la iglesia y la plaza y sólo remotamente semejantes al ágora griega o al foro romano. Las zonas geográfico-históricas son la pirenaica, el Prepirineo, con el Somontano oscense, la depresión del Ebro, las tierras altas de Teruel, el Maestrazgo y las hoyas turolenses; no se nos oculta que esta ordenación es convencional y que podría simplificarse o ampliarse, aunque en términos generales pensamos que es válida. En todas estas zonas a las razones geográficas e históricas ya apuntadas y a las económicas se unirán las de «prestigio», casas solariegas o auténticos palacios de los siglos XVI o XVII, cuando la nobleza campesina se hace palaciega y se traslada a las ciudades, o bien la casa del «señor» de la localidad, en cierto modo las construcciones solemnes de las comunidades turolenses, casas consistoriales especialmente ostentosas en el Bajo Aragón, así como esfuerzos excepcionales de determinadas colectividades como la plaza de Alcañiz. También «porches» que servirán tanto para protegerse de las inclemencias del tiempo como para asiento de mercados, como los de Sariñena o Barbastro.
Cada tipo de casa determinará distintos mobiliarios e instrumentos domésticos, de especial interés los dependientes del hogar y de la vida social como la «cadiera» o banca, con alto respaldo, mesa plegable, cama a veces, asiento del cabeza de familia y con puestos distribuidos como el irónicamente llamado «rincón de los yernos», donde el tiro de la chimenea provoca más humo. En general, el mobiliario simple y duradero; sillas de asiento de anea y armadura de madera, camas de hierro, arcones antes que armarios para la ropa. Las labores locales de carpintería, herrería y forja para hierros de balcones y rejas, trabajos domésticos de limpieza, reparación y blanqueado, complementan lo que puede decirse de la casa aragonesa con carácter general.
La zona pirenaica, con temperaturas frías, nieves y lluvias copiosas, abundancia de piedra de construcción y escasas influencias moriscas, es muy bien conocida. Iglesias fortificadas, torres de defensa, implantación del románico y vida preferentemente pastoril son las notas más señaladas. Cubiertas con fuerte inclinación, grandes chimeneas con «espantabrujas», callizos en vez de medianerías en muchos pueblos, patios con empedrado de guijarros, leñeras, «cenizal» para la colada, enormes campanas en la cocina, grandes puertas en arco de medio punto para entrada, pocos vanos y un «balcón-secadero»; banco «pedrino» o «pedreño» de piedra junto a la entrada. Quedan conjuntos arcaizantes importantes en Siresa, Echo, Ansó, Fanlo, etc.
En el Prepirineo y el Somontano oscenses, de clima más suave, menores precipitaciones, históricamente en la zona fronteriza entre lo árabe y la montaña, pueden incluirse los territorios entre Loarre, Gratal y Alquézar por el norte y los Monegros por el sur, comprendiendo las hoyas de Huesca y Barbastro. Situados los poblados en posiciones estratégicas, defendidos por castillos y abandonados en la marcha de la reconquista hacia el sur («pardinas»), alternan la piedra y el ladrillo como material, cubren con tejados menos inclinados y provistos de teja árabe, aumentan los vanos en número y dimensiones y aparecen desde el Renacimiento las series de arquillos de medio punto en la planta superior; también ostentosos aleros de madera labrada. El ladrillo se impone hacia el sur. El cultivo de la vid y de los cereales dará importancia a la bodega y al granero. Los conjuntos más interesantes son los de Graus o Benabarre, las calles porticadas de Sariñena o Barbastro, las casas-puente con pasadizo bajo ellas como Fonz, Estadilla o Daroca, la disposición alrededor de la fortaleza de Uncastillo o Alquézar y la totalidad del caserio de Sos.
La depresión del Ebro, de clima seco, continental extremado, escasa en canteras de piedra sillar, pero con arcillas excelentes, utiliza ladrillo, adobe y tapial, y conserva la tradición urbanística y constructiva de los musulmanes, con decoraciones de yeso y alabastro, combinaciones mudéjares de ladrillo y enlucido o blanqueo de los exteriores. A las eras y pajares se añaden los «cerrados» o huertos que completan los cultivos de «monte» alejados de los pueblos y con parideras o casetas. Es la zona de las grandes poblaciones como Zaragoza, Calatayud, Tarazona, Cariñena o Borja; Muel conserva su aspecto de población árabe de alfareros hasta hace poco. Se abren bodegas, silos subterráneos o cuevas.
En las tierras altas de Teruel y el Sistema Ibérico hay una zona limítrofe con el valle del Ebro, semejante a lo ya visto, con influencias de la Reconquista y topónimos que lo indican (Villarreal, Caminreal, Monreal del Campo, Villafranca). El clima más extremado, la escasez de arcillas adecuadas y la presencia de piedra impone los mampuestos irregulares sin labrar, revocados de yeso, cal y arena; las cubiertas siguen siendo poco inclinadas y provistas de teja árabe. La disposición de los pueblos está en razón de las circunstancias históricas, en posiciones relacionadas con la marcha de los ejércitos, como Singra o los pueblos del señorío de Albarracín que mantuvieron la ambigüedad entre Aragón y Castilla. Artesanías especializadas como la rejería en la sierra de Albarracín, la madera labrada en balaustradas de balcones y la cerámica de Teruel han intervenido en las construcciones, así como la abundancia de madera. Un ejemplo singular es Albarracín, apiñado con estrechas calles en la ladera que obliga a casas muy altas y con acusados desniveles, complementando la mampostería de la planta baja con entramado de madera relleno de barro, en forma de tapial. Casas señoriales con piedras armeras se complementan en las altas tierras turolenses con piedra sillar tallada, recubierta la mampostería con mortero de yeso y arena. Ejemplos interesantes en Villel y en Alcalá de la Selva y peculiaridades en el Maestrazgo y en Javalambre.
A pesar de que, en términos generales, la síntesis geográfica que precede es correcta, resulta parcial y excesivamente simplista, pues la realización arquitectónica, muy influida por los arquitectos en las construcciones señoriales, se uniforma en la tarea de los albañiles populares, que sólo en elementos aislados imitarán las creaciones eruditas, pero que atenderán fundamentalmente a costos y efectividad. Las casas solariegas introducirán influencias italianas del Renacimiento cuando se trasladen a las ciudades y los castillos desplazados por los palacios serán otra fuente de inserción de elementos eruditos en las prácticas del pueblo, admirador e imitador, en lo posible, de las realizaciones de los pudientes; ejemplos de antiguas casas como la de los Juste en Benasque, la de Permisán en Huesca, las de Blancas en Teruel, pueden añadirse a las casas consistoriales, «de la ciudad» o «de la villa», entre las que sobresale la de Jaca, obra de maestros vascos, la de Borja, la de Alcañiz o la ostentosa de Calatayud, además de Bielsa, Valderrobres, Ejulve, etc.
• Ling.: Se recoge en el cuadro adjunto una breve selección del vocabulario aragonés relativo a la casa. Según el emplazamiento, formas y funciones se aplican a la casa diversos nombres: casal (casa solariega), casaluzio, casilizio (casa grande y destartalada), casalizio, mas, masía, masada (en zonas orientales y del Bajo Aragón, casa de campo), pardina (en el Pirineo, casa en el monte junto a tierra de labor), borda (en el Pirineo, casa pastoril, fuera del pueblo, con planta baja utilizada como cuadra y superior como pajar), castillo (en el Somontano de Huesca, residencia o casona grande en el campo), cubilar (refugio en despoblado), capana, cabana (en ciertas zonas del Pirineo centro-oriental, cabaña rústica de pastores), torre (en las zonas llanas del valle del Ebro, casa de campo de una granja o finca), etc. Según el oficio de sus moradores o propietarios suelen recibir diferentes nombres apelativos o apodos. Así, abadía (casa del cura), casa ferrero (herrero), casa bastero (guarnicionero), casa fustero (carpintero), casa pelaire (peletero o cardador), casa texidor (tejedor o sastre), etc. Otras veces los apodos se remontan a características o nombres de antepasados (p. ej.: casa Chulia, casa Torrullo, casa Chuané, casa Chandebiú, casa Chorripas, casa Chorche, casa de a Pochoncha, casa Buesa, casa Marina, casa Laure, etc.), siendo innumerables y de gran riqueza y variedad. Normalmente, el nombre de la casa se perpetúa a lo largo del tiempo.
adoba ladrillo de barro
aguatiello albañal
aguilón teja redonda que cubre la viga cumbrera. Tejado de más de dos vertientes
alazet cimiento
alenastra, capillera chapitel o piedra que hay sobre el extremo de las chimeneas redondas, en el exterior
aleráu, ráfil alero
alguaza bisagra, gozne
aljez yeso
aparador, espetera vasar
aro, bastida marco de una puerta
balda, turrullo, pastiello, birol falleba, pieza de madera o metal que, girando sobre sí misma, asegura puertas y ventanas
ballesta, gualdesta pestillo, cerrojo
banada vertiente del tejado
bancalé, petreño banco de piedra situado en la fachada exterior junto a la puerta de la casa
barriguera viga del armazón del tejado que lo cruza paralela a la bizcarrera y a la zapatera
biega viga en general
bizcarrera, biscalera, zernillón, zernillato viga cimera o cumbrera, parhilera
bocallo especie de ventana o boca amplia en el exterior del primer piso, para introducir la paja
branquil, branquilera, borrón umbral, escalón de la puerta
bueltas, reboltons bovedillas entre viga y viga
caballas maderas del suelo del piso superior de la borda
cabirons, capirons vigas medianas o pequeñas que se apoyan en los trabesers
cadiera banco del hogar
calaxo cajón de armario
cambra habitación; antesala de acceso a la cocina
cambreta pequeña habitación en el desván o bajo la escalera para guardar las herramientas
caminals morillos del hogar
canalera canal del tejado
cantilleras ángulos de los tejados
capil caballete del tejado
capilleras tejas que alternan de una y otra vertiente del tejado en el caballete
catella, frecatena espacio entre dos casas
clau f. llave / m. clavo
cobilleta hornacina que sobresale en la pared exterior de la casa; es una continuación de la cocina y sirve para colocar los troncos muy grandes que van quemándose por el extremo que queda dentro de la cocina, sobre la tizonera
cremallero, barrer pértiga transversal de la que cuelga el cremallo
cremalleta, tenazón gancho doble que pende del cremallo y en él se cuelgan los pucheros
cremallo, calderizo, canaril cadena del hogar, llares
cuairón cabrio; madero que sujeta el alero
cueirón, portalada, portalera dintel
chambrol, chambrale chambrana o marco de la chimenea
chaminera chimenea
chargón jergón
chaza, chazena viga o madero grande en el que se apoyan las caballas
escalereta peldaño
escamilleta banqueta de tres patas
estudiet pequeña dependencia de la casa que hace de escritorio, despacho, biblioteca
estrabilla cuadra
estreudas, estreudes trébedes
falsa (sabaya, falsé, solero) desván, parte alta de la casa inmediata al tejado
finestra ventana
fogaril (fogaral) hogar
forcanchas maderos en forma de tijera sobre los que descansa la bizcarrera
frontera fachada
garrancha madera con ganchos para colgar objetos; percha, colgador
lampa lámpara
lazena, lazeñón alacena
losas, losetas tejas planas de pizarra o de piedra
lucana, locana ventana de la buhardilla en el tejado, tragaluz
luna patio de luces
luzernario claraboya
pallar pajar
paretes, parez paredes
posiento aposento, habitación, dormitorio
posilló, posillón asiento
recha tejido o entramado de madera que va sobre el armazón principal de vigas, sustentando definitivamente el tejado
repalmar estante, repisa
replano, solareta rellano, descansillo de la escalera
reposte despensa
solareta, tableta alféizar
solero patio. Pavimento, suelo de las habitaciones
solero, sulero, soler piso superior de la borda donde se guarda la paja; desván, buhardilla
tarabateches conjunto de trabes o vigas del tejado
telladé tejaroz sobre un ventanillo
tellas tejas en general, siempre que no sean planas (losas)
telláu, tellato tejado
tiedera, candelero soporte en el que se coloca la tieda para alumbrar
tixeras maderos en cruz que sostienen la cubierta
tizonera suelo del hogar sobre el que se hace el fuego
tombilla calentador para la cama
trabesers vigas mayores para sostener los pisos o el tejado, en los que se apoyan los cabirons
trapa trampa o puerta en el techo que da acceso al piso superior
trucador, baldeta aldaba, llamador
truecho, troixo, alguarín troje
zapateras vigas que reposan sobre la pared de un edificio y pasan por el pie de las tixeras
zarralla, zerralla, zerrullo cerradura, cerrojo
zolle pocilga (en zonas del centro y sur de Aragón se denomina corte).
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