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(del griego chálcos, cobre, y líthos, piedra). También llamado Eneolítico , se sitúa de forma convencional hacia el tercer milenio a. de C. como culminación de los procesos de expansión y colonización agraria, paralelamente a un significativo crecimiento de los asentamientos. El Calcolítico debe verse como una etapa de continuidad no siendo posible establecer un límite claro respecto a las manifestaciones tardoneolíticas, si bien a partir del 2500 a. de C. se registrará una serie de fenómenos «característicos». Los investigadores han seguido aportando datos para esa caracterización poniendo de manifiesto una notable densidad de yacimientos, los llamados «talleres de sílex», extendidos por toda la geografía aragonesa. En su mayoría se trata de asentamientos de grupos semisedentarios situados en llano, sobre pequeñas lomas o junto a abrigos rocosos. Aunque se conocen bastante mal, en los últimos años se han podido excavar y documentar en Los Ramos (Chiprana
) con una cronología de 3100 a.C. y cabañas circulares delimitadas por lajas hincadas, fenómeno detectado igualmente en Valdelahiguera (Escatrón
). Ambos yacimientos, ubicados junto al Ebro, se asocian a una industria de foliáceos indicativa del predominio de prácticas cinegéticas. Igualmente, comienzan a registrarse ocupaciones calcolíticas tardías en lugares donde más tarde se desarrollarán importantes poblados de la Edad del Bronce
como Moncín
, El Castillo de Frías de Albarracín
o El Castillo de Alfambra
(2075 a. de C.), suponiendo en muchos casos un cambio hacia la ocupación de puntos elevados de fácil defensa.
Los conjuntos materiales denotan la pujanza de la industria lítica y la existencia de variaciones funcionales o facies. Además de los yacimientos de foliáceos situados en el entorno del Ebro y en el Bajo Aragón, predominan conjuntos en los que junto con útiles de sustrato como raspadores, perforadores o algún geométrico, se generalizan grandes láminas que funcionan como cuchillos u hoces, elementos de hoz, puntas de flecha, útiles pulimentados, algún molino, etc. Estos asentamientos denotan un importante componente agrícola y suelen situarse en las proximidades de suelos ligeros cultivables con una tecnología elemental. Algunos de esos útiles están confeccionados en materias primas que son objeto de intercambio sistemático, como sucede con las rocas tenaces para fabricar útiles pulimentados, con los sílex tabulares para puntas y hoces y, especialmente, con las grandes láminas de sílex que parecen ser comercializadas a partir canteras especializadas en su producción, como sería el caso los yacimientos de Villafeliche-Montón en el Bajo Jiloca. La cerámica va aumentando su representación frente al sílex hacia finales del tercer milenio, cuando irrumpen las producciones campaniformes , cerámicas de lujo de las que se conocen nuevos hallazgos. Entre las especies antiguas (internacional, cordado...), destacan los hallazgos de Moncín y el vaso de Mallén
, de estilo internacional perfectamente conservado. También hay nuevos datos referidos a las especies tardías o continentales como los ejemplares inciso-impresos de la Cueva del Moro
(Olvena) y las Forcas
(Graus), en Huesca; Majaladares
(Borja) y La Gabardilla (Tauste
), en Zaragoza; El Cerro (Cuencabuena
), en Teruel, etc. De especial interés es el hallazgo de La Loma de la Tejería (Gea de Albarracín
) en una supuesta mina de cobre, que vendría a apoyar la idea de la introducción de la primera metalurgia en estos territorios paralelamente al campaniforme.
Respecto al registro funerario, se reafirma la pujanza del enterramiento colectivo como norma ritual. Distintas excavaciones realizadas en dólmenes oscenses (Acherito, La Capilleta, Caseta de las Balanzas) indican la reutilización de los mismos en esta etapa. Igualmente son utilizadas cuevas o abrigos, de los que se han publicado algunos ajuares, constituidos por espectaculares foliáceos, procedentes del Bajo Aragón y va habiendo más datos acerca de inhumaciones múltiples simultáneas en fosa, indicativas de cierto clima de inestabilidad social, como la documentada en Los Estancos (Leciñena).
Algunos de los nuevos datos apuntan un panorma de cambio, desde una coyuntura de estabilidad social basada en estructuras igualitarias a una situación de crisis y transformación hacia formas sociales más complejas. En los momentos finales parece producirse una intensa compentencia por los recursos plasmada en una mayor sedentarización de las poblaciones, la generalización del conflicto (enterramientos simultáneos, elección de lugares defendibles...) y la aparición de los primeros indicios de asimetría social a través de la adquisición de bienes escasos y lujosos (campaniforme, metal...), fenómenos que preludiarán y se consolidarán en la Edad del Bronce.
Bibliog.:
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Picazo, J. V.: El Eneolítico y los inicios de la Edad del Bronce en el Sistema Ibérico central (Jiloca Medio y Campo de Romanos); M.A.S.A.E.T., 1, 1986.
Rodanés, J. M.ª: «Del Calcolítico al Bronce Final en Aragón. Problemas y perspectivas»; Aragón/Litoral mediterráneo: Intercambios culturales durante la Prehistoria, Zaragoza, 1992, pp. 491-513.
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