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(Mit.) El caballero Rolando, también llamado Roldán, huía de los guerreros musulmanes después de haber fracasado la expedición a Zaragoza organizada por su tío, el emperador Carlomagno. Sus tropas habían sido devastadas en la batalla de Roncesvalles. Los ejércitos de Carlomagno se replegaban hacia las tierras seguras del otro lado de los Pirineos. Rolando, malherido y con su espada Durandal en la mano, logró llegar hasta Ordesa. Ya no podía hacer frente a sus perseguidores. Lo único que deseaba era llegar a su patria y que su cuerpo fuera sepultado bajo la tierra que lo vio nacer. Pero delante de él se alzaba una mole de piedras, rocas y hielo. Ya no le quedaban fuerzas y decidió que su fiel arma no sería ultrajada por los enemigos. Empuñó a Durandal y la lanzó en línea recta. La espada recorrió miles de metros en dirección a la montaña pero no chocó contra ella, sino que la atravesó y la abrió en canal. Y a través de la brecha abierta, Rolando pudo contemplar aquellas otras montañas más lejanas que eran parte de su tierra. El guerrero pudo morir tranquilo, con los ojos abiertos y fijos en la hendidura de la montaña que se llamó, desde entonces, la Brecha de Roldán o Brecha de Rolando.
Aragón posee unos paisajes únicos que necesitan ser preservados de la acción del hombre. Descúbrelos.
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