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La bibliofilia o afición a coleccionar libros valiosos o raros, muy intensa tras la difusión de la imprenta, ha tenido en Aragón dignos representantes. La más antigua biblioteca aragonesa conocida se remonta a la zaragozana del prelado San Braulio
, de mediados del siglo VII. Algunos núcleos eclesiásticos de la alta Edad Media también coleccionaron pequeñas bibliotecas, en las que dominaban textos bíblicos, litúrgicos, comentarios, reglas monásticas, patrística, algo de historia y de gramática; en algunos de estos núcleos también se estableció un pequeño escritorio para copia de libros. En el siglo XI la reforma eclesiástica cluniacense renovó estas bibliotecas, a las que se incorporaron nuevos manuscritos venidos de ultrapuertos pirenaicos.
La baja Edad Media aragonesa, más propicia a la cultura intelectual, contó con buenas bibliotecas y destacados bibliófilos: uno de nota fue Juan Fernández de Heredia , maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, o Pedro de Luna
, pontífice Benedicto XIII en la obediencia de Aviñón; sobresaldrán buenas colecciones de manuscritos en algunas catedrales
, como las de Jaca
, Roda de Isábena
, Huesca
, Zaragoza
y Tarazona
; en esta última destacó el amor que a los libros tuvieron el prelado Fernando Pérez Calvillo
y el canónigo Álvaro Alonso; no menos interesantes son las colecciones bibliófilas de monasterios como San Juan de la Peña
, Montearagón
, Casbas
, Piedra
, Rueda de Ebro
, Veruela
y más tarde, la de los cartujos de Aula Dei
, bibliotecas en su mayor parte hoy dispersas. A partir del siglo XIII, los estudios universitarios trajeron nuevos aficionados a los libros. Zaragoza
, Teruel
, Daroca
, Jaca
, Uncastillo
y Tarazona
supieron de copistas, estacioneros, importadores de libros que nutrían las apetencias de coleccionistas de libros, cuyos tesoros se han dispersado, pero que en el siglo XIII fueron considerables.
La implantación y difusión de la imprenta en Aragón dará nuevo impulso a la bibliofilia: en 1475 imprimían, en Zaragoza, Flandro
y después Hurus
. En el siglo XVI surgen varias prensas en Zaragoza, Épila y Huesca; baste recordar a Cocci
, Bernuz
, Nájera
y Millán
. Estrenaba imprenta Tarazona en 1613, Barbastro en 1621, San Juan de la Peña en 1652 y Calatayud en 1683; de esta manera se inicia la edad de oro de la bibliofilia aragonesa: es preciso hacer mención, en ese siglo XVI, de la extraordinaria biblioteca del canónigo zaragozano Bartolomé Llorente
. Un nuevo gran bibliófilo apunta en el siglo XVII: el oscense Juan Vincencio Lastanosa
, de cuya biblioteca
el mismo propietario redactó un catálogo extractado, de gran interés bibliográfico.
En los siglos XIX y XX encabezan la serie de los bibliófilos aragoneses el oscense Valentín Carderera , coleccionista de grabados y dibujos, que en parte hoy se conservan en Madrid, Biblioteca Nacional; o el experto Juan Manuel Sánchez. Llega a nuestros días la bibliofilia aragonesa en algunas familias que coleccionan libros, con gran acierto, como Royo Sinués o la colección Marquina radicada en la localidad de Jarque
.
La colección Marquina fue iniciada por Santiago Marquina y Marquina, y continuada por su hijo Luis. Reúne una abundante colección bibliográfica y documental de temática aragonesa, así como ejemplares raros y valiosos de otras materias. Sus fondos han sido consultados por numerosos investigadores aragoneses.
Juan Crusells contó con el asesoramiento de los abades del Monasterio de Cogullada (PP. Lambart, y Esteban) para adquirir una notable colección de incunables y góticos, iniciada a principios de siglo, cuando el precio de estos ejemplares resultaba irrisorio.
Incunables , góticos, ejemplares únicos y una buena colección de romanceros
forman la selecta biblioteca reunida por Alonso Fernández. Mientras que Vicente Martínez Tejero
ha reunido una de las bibliotecas más notables de Aragón sobre sus materias preferidas: Aragón e Historia de las Ciencias, en especial la botánica.
Ricardo Horno Liria , por su parte, formó una biblioteca de varios miles de ejemplares en perfecto estado de conservación; y Luis Gómez Laguna
reunió una excelente colección de libros del siglo XVIII, entre los que sobresalen más de cincuenta impresos por Joaquín Ibarra
.
• Bibliografía:
Ruiz Lasala, Inocencio: «Coleccionistas y bibliófilos que yo conocí»; en El Bosque, n.º 5, 1993.
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