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Puede interpretarse como la característica de un clima respecto a la insuficiencia de sus precipitaciones para mantener la vegetación. También puede considerarse como la condición por la cual la precipitación
es siempre inferior a la evaporación
. En definitiva alude a lo seco, lo estéril. Este concepto es bioclimático, está íntimamente ligado al medio vegetal: pero debe distinguirse de aquella otra condición por la cual no existe vegetación, a causa de las bajas temperaturas, en las zonas de alta montaña y las regiones terrestres de las altas latitudes. Desde hace varios años se está buscando una definición que precise este concepto de aridez, así como conseguir un índice numérico que nos valore cuantitativamente la misma, en función de determinados parámetros climatológicos. Entre otros, podemos citar los índices de Martonne, Emberger, Thornthwaite, etc. Uno de los que han servido para estudiar la aridez es el índice termopluviométrico de Dantin y Revenga, que viene dado por la expresión 1= 100 T/P, en donde T es la temperatura media anual del lugar, en °C, y P la precipitación media anual, en litros por metro cuadrado.
Tomando como base los datos de 130 estaciones termopluviométricas de Aragón, se ha trazado el correspondiente mapa de zonas húmedas, semiáridas y áridas. Las zonas áridas abarcan, aproximadamente, las comarcas de Cinco Villas , La Violada
, Monegros
, Campo de Zaragoza
, Bajo Aragón
, Ribera de Gallur
, Somontano de La Almunia y las tierras bajas del valle del Jalón
. Pueden considerarse como zonas húmedas los altos valles pirenaicos
y las tierras del Prepirineo
, así como una zona circundante al Moncayo
, otra en el entorno de Albarracín
y parte de las parameras turolenses, con el Maestrazgo
y Javalambre
.
Las zonas áridas y semiáridas dominan el territorio aragonés. Esta aridez es consecuencia de la dinámica atmosférica y los condicionantes orográficos: el anticiclón de Azores es responsable de la sequedad general de España; si añadimos el efecto orográfico que ejercen las sierras que circundan Aragón, obstaculizando la llegada de los sistemas nubosos, comprenderemos la falta de precipitación, y la escasez de nubes, que permite, a su vez, una mayor insolación y, en consecuencia, elevación de temperaturas e incremento de la evaporación. La aridez provoca una ausencia de vegetación y, consecuentemente, deja los suelos a merced de los agentes erosivos, principalmente la acción de los vientos y aguas de arroyada, degradándose las tierras. Éste es uno de los motivos por los que en Aragón existen unos bastante elevados porcentajes de su superficie catalogados como de erosión grave (15,8 % en Huesca; 32,2 % en Teruel y 38,4 % en Zaragoza). El viento, especialmente el cierzo , favorece no sólo la acción erosiva de carácter eólico, sino también la desecación de las tierras. Los intensos chubascos tormentosos son responsables de la erosión hídrica. Los regadíos y la repoblación forestal pueden frenar la acción degradante del terreno dando al paisaje un aspecto de tierras no áridas, aun cuando las condiciones climáticas de la región sean definitorias de un ambiente de clima árido.
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