(Hist. Contemp.) El período de la I Guerra Mundial (1914-1918) coincide con diferentes tensiones en el seno de la sociedad española, a las que no son ajenas las posturas adoptadas por los diferentes grupos políticos ante el conflicto bélico y el desarrollo del movimiento obrero, que culminará con la primera huelga general en el año 1917 -seguida tan masivamente que el entonces ministro de la Gobernación tuvo que reconocer «que los obreros habían parado hasta en Belchite
».
En Aragón, los enfrentamientos entre aliadófilos y germanófilos
mostraban en realidad las diferencias que separaban a las izquierdas de las derechas, y mientras una serie de notables firmaban en Zaragoza
en 1916 un manifiesto de «amistad hispano-germana», desde posiciones republicanas se apoyaba la causa de los aliados. El período de la I Guerra Mundial coincide en España con un proceso fuertemente expansionista de la actividad económica, que tiene su origen en la distorsión que va a producir la conflagración bélica en los mercados internacionales y que favorece a un país neutral como España, al incrementarse fuertemente las exportaciones y ponerse en marcha un necesario proceso de sustitución de importaciones.
En la región aragonesa la incidencia de la I Guerra Mundial no fue decisiva en su proceso industrializador: en efecto, algunos sectores sufrieron las dificultades que suponía carecer de materias primas o de maquinaria debido a la disminución del comercio internacional, y a éstas se unieron los inconvenientes que iba a presentar una red del transporte interior en la que el ferrocarril jugaba un papel decisivo y que estaba controlada por las grandes compañías: M.Z.A.
y la Compañía del Norte
preferían atender al tráfico entre las regiones más industrializadas, ya que a ellas les proporcionaba mayores beneficios, por lo que la sobrecarga de la red en esos años trajo como consecuencia que se desatendiera el tráfico que tenía su origen o su destino en la región aragonesa. Este estrangulamiento en las comunicaciones iba a ser un factor adicional que añadir a los anteriores, y sólo en algunos sectores iban a ser superados estos inconvenientes por las ventajas que suponía la mayor demanda que provenía del exterior y por la posibilidad de sustituir importaciones.
A grandes rasgos, puede afirmarse que la coyuntura bélica favoreció a la industria azucarera y alcoholera
, a la minería del carbón
y a la fabricación de material de precisión, mientras que su impacto fue negativo en las harineras
, en la minería del hierro
y en la fabricación de curtidos; y en el sector textil la incidencia fue muy desigual, ya que si bien subsectores tales como el de fabricación de sacos se vieron beneficiados, otros, en cambio, tales como los que trabajaban con cáñamo, lino y yute, sufrieron una grave crisis. Si hubiera que resumir la incidencia económica del período bélico, podría afirmarse que si bien el valor de la producción final se incrementó, fue debido más que a un aumento en términos físicos a la subida de los precios, y en apoyo de estas afirmaciones se pueden aducir tanto los volúmenes de mercancías transportadas por los ferrocarriles como las series bancarias convenientemente deflactadas.
Entre 1914 y 1920 los valores locales subieron en sus cotizaciones de manera moderada, y ya en 1919 el descenso que se produjo compensó los beneficios obtenidos en el año anterior. En cuanto al número de sociedades constituidas en Zaragoza y a su capital social, su comparación con los totales nacionales abunda en lo anteriormente expuesto, sobre todo si se toma como término de referencia a Cataluña y al País Vasco, donde las series estadísticas permiten observar crecimientos tan fuertes que en el último caso citado llega hasta un volumen de capital social de las nuevas empresas que es en 1917 diez veces superior a la media de los años 1912-1913, por lo que puede afirmarse que en estos años se vio agrandado el foso que separaba a la región aragonesa de aquellas otras que habían comenzado antes su proceso industrializador.
Si en lugar de establecer las comparaciones con Zaragoza se hicieran con el conjunto regional, el resultado sería todavía más desfavorable para Aragón ya que en los años de la I Guerra Mundial las provincias de Huesca y Teruel fueron, después de las levantinas, las que sufrieron unos mayores movimientos migratorios , que ponen de manifiesto la escasez de puestos de trabajo existentes.
El desarrollo del movimiento obrero fue intenso en Aragón a lo largo de estos años, y así, en 1918, Zaragoza fue la primera provincia española por el número de huelgas declaradas y había sido la segunda en el año anterior, hecho que pudo estar influido por la mayor intensidad que tuvo el proceso inflacionista en Zaragoza en relación con otras provincias. En julio de 1917 se celebra en esta capital una importante reunión entre los dos sindicatos más importantes de esa apoca, a la que acuden Largo Caballero
, Vicente Barrio y Besteiro por la U.G.T.
y Pestaña y Seguí por la C.N.T.
; el movimiento reivindicativo de este año cristalizaría en la huelga general que se lleva a cabo en Zaragoza el 18 de diciembre y a la que se suma incluso la Unión de Sindicatos Católicos
, ante el encarecimiento de las subsistencias. En octubre de 1920 queda establecida finalmente para todos los oficios la jornada de ocho horas, a pesar de la oposición de la patronal, que a través de la Cámara de Comercio de Zaragoza
declara que «pocas disposiciones de los poderes públicos han sido más fatales para el desarrollo normal de la industria y del comercio».
• Bibliog.:
Biescas, José Antonio: «Incidencia de la I Guerra Mundial en la economía aragonesa»; Cuadernos Aragoneses de Economía, n.° 1.
Pastor, Jeanne: «La huelga general de 1917 en Zaragoza»; Andalán, n.° 15.
Roldán, Santiago, y García Delgado, José Luis: La formación de la sociedad capitalista en España 1914-1920.
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