Se realizó en Zaragoza del 15 de septiembre a los primeros días de noviembre de 1868. Fue patrocinada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País , que pretendió hacer de ella un escaparate de la producción aragonesa y de la producción de nivel medio que pudiese comercialmente interesar a la región, dejando a un lado los sectores punta de aquellos momentos.
La idea de la Exposición surgió en la R.S.E.A.P., dirigida en aquellos años por Alberto Urriés y Bucarelli , en la sesión ordinaria que se celebró el 27-IX-1867. En ella se decidió crear una comisión que informase a las autoridades del proyecto y, a su vez, que trajese información sobre experiencias similares realizadas en otras regiones. Dos meses más tarde, el Ayuntamiento y la Diputación Provincial de Zaragoza apoyaron el proyecto y se hicieron eco de la convocatoria, mandando un representante cada entidad a la junta directiva de la Exposición (que componían, entre otros prohombres, Alberto Urriés, Manuel Franco de Villalba, Mariano Royo
, Francisco Fernández de Navarrete, Antonio Candalija
, el conde de Sobradiel, etc.), creada el 3-II-1868 para estudiar el reglamento, las bases y los presupuestos de la Exposición.
El problema financiero y la excesiva premura con que pensaba realizarse el proyecto fueron los motivos de las principales discusiones de la junta y, en general, de la población, que recogió de buen grado la idea de la Exposición. Elaborados los presupuestos y las bases del certamen y vencidas las dudas sobre la oportunidad de lanzarse a una empresa de tal calibre, el 20 de junio comenzaron las obras de construcción del magnífico edificio que le iba a dar cabida. El lugar elegido fue la antigua glorieta de Ramón Pignatelli (actual plaza de Aragón). Los planos, a la moda de las exposiciones europeas, causaron gran impresión.
El presupuesto inicial con que contaba la junta directiva no era muy alto: 20.000 reales que donaba el Ayuntamiento, 10.000 de la Diputación, y los fondos que pudiese aportar la R.S.E.A.P., así, conforme fueron aumentando los gastos, se hizo necesario movilizar a la opinión pública y lanzar una emisión de acciones por un valor de sesenta mil reales, que el Ayuntamiento se comprometía a cubrir si la ciudadanía no lo hacía. El pueblo aragonés reaccionó muy favorablemente y las asociaciones ciudadanas apoyaron económica y moralmente el proyecto; así el Casino principal donó 2.500 reales y la Asociación de Artesanos y Comerciantes una cantidad similar. El gobierno de Isabel II
, por su parte, también prestó su ayuda facilitando los medios de transporte a quienes tuviesen que realizar recorridos costosos para traer sus productos a Zaragoza.
Los meses que mediaron entre el comienzo de las obras y la inauguración, el 15 de septiembre, fueron de gran movilización popular: los artesanos y pequeños industriales aragoneses trabajando en la construcción del edificio y sus dependencias, las autoridades organizando el acto y la prensa glosando el proyecto y movilizando a la opinión para que resultase un éxito. Así toda la población pudo asistir con entusiasmo a la inauguración del certamen, acto al que acudió, en representación de la reina, el ministro de Hacienda, y que concluyó por la tarde con una magnífica corrida de toros. Los sucesos de La Gloriosa hicieron conveniente, a los ojos de los organizadores, cerrar la Exposición el día 1 de octubre, pero fue abierta de nuevo el día 11 por iniciativa del nuevo poder revolucionario, que desde la Junta Provincial de Gobierno apoyó este acto que contribuía a sus ideales de progreso y avance de las artes y la industria de nuestra región.
La Exposición se clausuró en los primeros días de noviembre, quedando abierto el recinto, a partir de esta fecha, sólo los jueves y domingos para que el jurado pudiese realizar el concurso de premios y para que los expositores pudiesen vender sus productos. Los azarosos sucesos de La Revolución hicieron que el acto de entrega de premios tuviese que retrasarse hasta el 27-IX-1871, ya en plena monarquía democrática, en el que Amadeo de Saboya vino a Zaragoza y entregó los premios a los expositores: el acto se realizó en el recinto de la Universidad literaria y Jerónimo Borao
, rector en aquellos años, leyó un discurso de alabanza a la libertad, la monarquía amadeísta y al progreso de los pueblos.
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