En Azaila (T.), junto al Aguasvivas
, ha proporcionado gran cantidad de datos materiales debido a su total excavación desde el siglo pasado hasta nuestros días (P. Gil, 1885-1890; J. Cabré
y Pérez Temprado
, 1919-1935 y 1940-1942; Universidad de Zaragoza, 1964; M. Beltrán, desde 1971). Los hallazgos se escalonan desde la edad del Hallstatt
hasta la época de César
. La estratigrafía ha dado tres ocupaciones sucesivas del terreno: la ciudad I (Hallstatt), y las II y III (iberorromanas).
Ciudad I. Ocupó el terreno a mediados del s. VII a.C., relacionada con otros núcleos del Bajo Aragón , valle del Segre y Ebro
medio, recibiendo influencias del territorio centroeuropeo. Estas primeras gentes son pastoras y agricultoras, y se integran en lo que después será territorio ilergavón. La cultura material ha revelado diversas fases, iniciadas por la cerámica a mano del Hallstatt D, emparentada con las culturas del Mediodía francés, Alsacia y Bohemia. En la necrópolis (S.E.) encontramos túmulos de cista aparente y enterramientos de vasijas sin monumento externo, pertenecientes a las culturas de los «campos de túmulos» y de los «campos de urnas
» (Rin). Las sepulturas más modernas son los tipos de empedrado, que perduran hasta la «iberización
» del yacimiento (s. IV a.C.). En lo urbano, hubo una ciudad
de calle central, conocida muy parcialmente; de los hallazgos muebles destacan las cerámicas
lisas y decoradas (ollas, cazuelas, urnas, tapaderas), morillos, guarniciones broncíneas de cinturones y mallas, un colgante solar, pulseras de tira de alambre, cadenas, hebillas de cinturón, fíbulas, etc. Con la penetración de lo ibérico, se introduce el torno en la cerámica, y los modos de vida inician un período de larga convivencia, reflejado en la cultura material. El poblado hallstáttico sufrió violenta destrucción durante los enfrentamientos romano-púnicos de finales del s. III a.C. (h. 218). (Segunda guerra púnica
.).
Ciudad II. Se levantó directamente sobre las cenizas de la anterior. Responde al momento de la iberización, es decir, la llegada de una serie de innovaciones materiales servidas muy de cerca por la conquista romana , que actúa a partir del año 200 a.C. Se mantiene la influencia céltica y se continúa utilizando la misma necrópolis. Esta ciudad II ocupa la totalidad del Cabezo de Alcalá, y su acceso se hizo por el sur, mediante suave rampa. Estuvo dotada de la actual línea superior de murallas, realizadas con paramentos simples aplicados contra el talud natural del terreno. Es el momento brillante de la cerámica ibérica, con gran variedad de formas lisas y decoradas con pintura; se distinguen thymiateria, oinochoes, pithoi, o los «sombreros de copa» (kalathoi), y cráteras varias. Los temas decorativos ofrecen la procedencia de los mismos: semicírculos concéntricos del mundo ilergete, líneas verticales onduladas de la costa catalana, o la hoja de yedra exenta del Levante. Junto a ellos, temas específicos del valle del Ebro, como el tallo de hojas de yedra.
Los materiales romanos proceden de la ciudad II (siglos II y comienzos del I a.C.). De la relación con Roma ha quedado cerámica campaniense de tipo A, campaniense B abundantísima, y de pasta C. También lucernas
helenísticas o de tipos cartagineses, y ánforas
de tipos vinarios de variadas procedencias: Isla de Ischia, Campania y, en general, Italia central. En lo ibérico, el yacimiento del Castelillo
de Alloza
mantuvo importantes relaciones con el nuestro, así como el Castillejo de la Romana
, en la desembocadura del Aguasvivas. El nombre que recibió la ciudad II fue el de Beligio
, que no aparece mencionado en las fuentes escritas, y que acuñó moneda
de plata y bronce. Intervino en las guerras civiles
entre Sertorio
y Pompeyo
, y sufrió una violenta destrucción entre los años 76-72 a.C.
Ciudad III. Se levantó inmediatamente sobre las ruinas y restos de la anterior, aprovechando sus materiales y siguiendo el trazado urbano original. Por ser la última etapa de ocupación (la que ahora se ve en superficie), es la fase que más datos ha dado. Hubo una alteración del sistema de vertido de aguas, y una reconversión que evidencia un momento de apogeo económico. El aterrazamiento fue notable en el lado sur, rehaciendo casas y vías. Los materiales de construcción son el adobe para crecer las paredes y la piedra caliza para el basamento, con aparejos variados. La arquitectura militar está presente en los anillos amurallados, comunicados por escaleras; el lado E. se protegió mediante foso con puente levadizo. En la parte más alta, dos torres cuadradas y gemelas, que ampliaban notablemente la vista del territorio circundante: llanada de Belchite , Lécera
, campos de Híjar
, y Vinaceite
.
En la acrópolis alternan las viviendas familiares con las dependencias industriales. Lo más alto y la zona central se dedicó a casas de grandes dimensiones y trazado canónico romano y en la periferia y entre los anillos de murallas, se levantaron los tipos de carácter indígena. Las calles se distribuyen de Norte a Sur y de Este a Oeste, y evacuaron las aguas de lluvia hacia la gran cisterna al Este. Estuvieron pavimentadas y con amplias aceras, destacando en el pavimento las huellas de los carros. Las plantas de las casas se distribuyen en torno a un atrio central, al que dan los dormitorios y el resto de las estancias; del piso superior no tenemos referencias. A la entrada se situó la cocina, para facilitar la evacuación de humos. La casa 2 D presenta una entrada principal y otra de servicio, por la puerta primera, de dos valvas y un estrecho paso, se accedía al atrio de columnas, quedando a los lados dos alcobas para el servicio, y en torno al atrio, el triclinium, tablinum y dormitorios. Dependían de estas casas estancias o almacenes industriales, con molinos de cereales o depósitos de yeso, además de bancos corridos para depositar objetos. Otro esquema de casa más sencillo, presenta el espacio dividido en dos o tres ambientes y planta rectangular alargada, y evidencia influencias claras de tipo indígena.
La recogida de aguas se hizo en la gran cisterna al pie de la ciudad, por el E., junto a la cual hubo un barrio de tipo artesanal. Entre los edificios públicos, sobresale el templo in antis, además de las termas
al pie de la acrópolis. Éstas poseen todas las estancias canónicas de los baños: apodyterium, tepidarium, caldarium, frigidarium y laconicum, y estuvieron sus paredes revestidas con cemento fino y decoradas también con estucos pintados. Se ha identificado un templito al final de la calle principal de acceso, con dos columnas in antis, cella y al fondo un alto podium con el frontal en piedra arenisca; el pavimento fue de opus signinum. decorado con teselas blancas y negras. Al fondo se alzó un importante grupo escultórico en bronce, que representa al jefe local Quinto Iunio Hispano
en actitud de ofrendar un caballo a Juno, patrona de la caballería. De la arquitectura funeraria sólo conocemos el denominado «gran túmulo», estructura imponente alzada sobre la calzada primitiva de acceso a la ciudad (75 x 26 x 4 metros de altura). Tuvo una cámara interior circular, y por sus dimensiones responde a un trabajo de tipo colectivo muy sobresaliente. El templo, termas y casas de atrio central de tipo pompeyano dejan ver el importante arraigo de lo romano, ampliamente sugerido por otras fuentes
de información histórica. El cálculo de habitantes, realizado sobre las estructuras descubiertas, proporciona un total de quinientas almas para la población de la acrópolis y un centenar, flotante, por los alrededores.
Además de los bronces del templo in antis, hay que señalar la catapulta del mismo lugar, perfectamente reconstruible como la de Ampurias. También un ponderal zoomorfo, y sobre todo un toro de pequeñas dimensiones procedente de un supuesto templo ibérico, que luce una rosa céltica; se encontró con un árula anepígrafa, sobre la que estuvo alzado. Hemos de mencionar también un prótome de toro, una guarnición de bronce de un lecho (fulcrum) de muy buen arte, lucernas de metal, pocula, aros con cabezas de cisne, recipientes con asas de manos de tipo ritual, campanillas, y soportes de lucernas. Entre los instrumentos de hierro, podones de hoja curvada, tijeras de muelle, hoces, un hacha martillo, agujas de bronce, campanillas de ritual (?), broches de cinturón, restos de armas, etc. De la cerámica, escasa campaniense A y sobre todo A tardía, además de tipo B, lucernas africanas, cerámicas de paredes finas, ánforas vinarias y olearias itálicas (de Campania y Brindisi), morteros locales y platos de barniz rojo itálicos. Continúan su auge las cerámicas ibéricas: vasos decorados con escenas de gran simbología, en las que intervienen figuras humanas con animales y representaciones vegetales diversas. Continúan, evidentemente, las formas del período anterior. Las pesas de telar, fusayolas, alisadores, pulidores, dan idea de diversas actividades. Son numerosos los restos de escritura ibérica, e importantísimos los dos tesoros de monedas ibéricas, entre las que predominan las de Celse
, Iltirda, y después Beligion
, Sedeiscen
, Lagine
y Bolscan
. Se destruyó la ciudad III tras la batalla de Ilerda
, en el año 49 a.C., dispersándose sus habitantes por el territorio y, entre otros sitios, Celse.
• Bibliog.:
Beltrán Lloris, M.: Arqueología e Historia de las ciudades antiguas del Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel); Monografías Arqueológicas, n.° 19, Zaragoza, 1976.
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