(Preh. y Arqueol.) Su significado estricto es caja; en Arqueología se denomina también así cierto tipo de monumento megalítico de carácter funerario, formado por lajas de piedra que delimitan un recinto paralelepipédico rectangular. Su distinción del dolmen simple, de planta rectangular, es sólo métrica o cuantitativa y no tipológica, planteando algunos problemas: el arqueólogo catalán J. Maluquer de Motes propone llamar dolmen al sepulcro que necesite un medio de acceso lateral para ser reutilizado, y cista a aquel en el que, dado su menor tamaño, sea suficiente levantar la losa de cubierta para realizar nuevas inhumaciones. Más objetivo puede ser un criterio métrico que, además, elude la dificultad de la falta de losa de cubierta en muchos monumentos; y así, cista sería una tumba megalítica, rectangular, cerrada, cuya superficie interior es menor de un metro cuadrado.
Cualquiera que sea el criterio, son pocas las cistas detectadas en Aragón anteriores a la Edad del Hierro, las más seguras son dos del valle de Guarrinza . Su cronología es problemática, al estar totalmente vacías de su contenido y ser un tipo sepulcral que se utilizó ya desde el Neolítico (inhumación individual), se confunde desde finales de este período con los dólmenes de pequeño tamaño (inhumación colectiva), resurgió en el Eneolítico
con ajuares campaniformes (inhumación individual y colectiva) y perduró durante las edades del Bronce y Hierro, disminuyendo de tamaño hasta ser auténticas «cajas» para encerrar la urna cineraria o, directamente, los restos quemados del difunto.
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